El 75% de las empresas no encuentran el talento que necesitan. El problema se hace más evidente en la cobertura de puestos de dirección y en la contratación de profesionales menores de 35 años. Las empresas españolas tienen dificultades para cooptar el talento joven.
Esta situación aparece recogida en el informe “Caminos que convergen” elaborado por la consultora Sectorea tras una encuesta realizada entre septiembre y octubre del 2022 en la que participaron directivos de 106 empresas y 117 jóvenes.
La edad media de los directivos españoles es de entre 55 y 59 años. Nos encontramos ante un problema de relevo generacional.
Como trasfondo aparece la contradicción entre tener la generación mejor formada de la historia y su dificultad para acceder al mercado de trabajo.
A nadie se le escapa que el paro juvenil en nuestro país ronda el 30%, uno de los más altos de Europa. No son trabajadores de cualquier tipo. Un 41,1% de nuestros jóvenes tienen estudios universitarios o superiores y un 70% dicen poseer conocimientos medios o altos de inglés, y en el uso de aplicaciones informáticas y de herramientas tecnológicas.
No existe una confluencia entre la preparación de nuestros jóvenes y la demanda empresarial. Además de la formación, las empresas exigen experiencia y la posesión de ciertas habilidades blandas que no se adquieren con la formación académica: resiliencia, capacidad de liderazgo, pensamiento estratégico a largo plazo, resolución de conflictos, etc.
Fernando Martín, CEO de AMG, una empresa que presta servicios de gestión para empresas, opina que el Interim Management es la opción más adecuada para cubrir el desabastecimiento de directivos preparados, en el mercado laboral actual.
El Interim Management es un servicio que consiste en contratar directivos externos a la empresa por un tiempo limitado para alcanzar unos objetivos.
Es evidente que las empresas españolas deben preparar el camino para formar y contratar a sus nuevos ejecutivos, pero esta no será una tarea sencilla.
Problemas generacionales.
La agencia de noticias Europa Press señala que el 55% de las empresas españolas ven problemas de convivencia generacional en sus plantillas.
En las plantillas laborales actuales conviven trabajadores de la Generación X, procedentes del mundo analógico y que se han tenido que adaptar a marchas forzadas a los cambios tecnológicos de las últimas décadas, con trabajadores Millennials y de la Generación Z, que han crecido o nacido en el actual siglo, y donde la tecnología digital es algo natural.
La mayor parte de los empresarios ven en la brecha digital la raíz del problema. La digitalización no solo afecta al dominio de las últimas tecnologías, también implica una forma de pensar diferente. Mientras las generaciones más antiguas son más partidarias del trato directo interpersonal, basado en relaciones duraderas que terminan dando su fruto, los millennials se inclinan más a ver resultados inmediatos y hacia automatizar determinadas tareas.
El caso es que la digitalización es un reto para las empresas. Una transformación que está siendo dirigida por ejecutivos que provienen del mundo analógico. Las empresas que no incorporen la I.A., internet y el comercio electrónico a su sistema de funcionamiento, están condenadas a quedar desplazadas del mercado.
Para ello es necesario contar con las generaciones más jóvenes. Que no solo manejan los avances tecnológicos, sino que entienden su dinámica. Que estos trabajadores estén dirigidos por directivos con otra formación y experiencia vital, puede que represente un lastre.
El mundo de la empresa es conservador y no está dispuesto a arriesgar probando nuevas fórmulas. Prefieren ir a lo seguro. Pero vivimos en un momento de cambio, de transición. Algo que crea una cierta incertidumbre en las empresas que no es sencillo de gestionar.
La generación Z a la fuga.
Al complicado encaje de los profesionales jóvenes en las empresas se le une la fuga de talento al extranjero. Un estudio elaborado por la Fundación SM arroja el dato de que el 74% de los jóvenes españoles se plantea emigrar al extranjero para desarrollar su carrera profesional.
Un 38% afirma plantearse la emigración como una solución para mejorar sus condiciones de vida. Por un trabajo similar al que está realizando en España, o al que puede desempeñar, en otros países pueden cobrar casi el doble.
Un 24% piensa que no existen oportunidades laborales en España. Después de haber recibido una formación completa, con varios másteres y cursos de formación complementaria, no encuentran puestos de trabajo acorde con su preparación.
En el campo de la ciencia, en algunos equipos que están investigando, por ejemplo, el uso de células madre para tratar el cáncer, o que desarrollan las aplicaciones civiles de la tecnología espacial, encontramos jóvenes científicos españoles.
Pero no toda la emigración española al extranjero son casos de éxito. No todos los jóvenes españoles que emigran a otro país europeo o a Estados Unidos terminan ocupando un puesto de trabajo maravilloso con una remuneración extraordinaria.
Noelia y Javier, dos jóvenes valencianos con varios másteres en administración de empresas, terminaron trabajando en la recepción de un hotel de Edimburgo (Escocia), con unas condiciones laborales que no distan mucho de las que podrían haber encontrado en España. Son la cara B de la emigración española. Una situación que se repite con más frecuencia de lo que pensamos.
Lo cierto es que muchos jóvenes, después de haber terminado los estudios, emigran al extranjero para buscar trabajo. Cuando nuestros jóvenes se marchan fuera, esta es una situación que nos debe hacer reflexionar.
Universitarios en paro.
El periódico El Mundo indica que el 7,4% de los desempleados españoles tienen formación universitaria o superior. Somos el país europeo, después de Grecia, que más universitarios parados tenemos.
En nuestro país, 4 de cada 10 personas en edad de trabajar tienen una formación superior (universitaria o un grado de F.P-3.) Tener estudios universitarios no es garantía de tener trabajo, y menos, de acuerdo con la preparación recibida.
Según un informe de la Fundación Conocimiento y Desarrollo (CYD), el 36% de los graduados superiores españoles desempeñan trabajos de baja cualificación. El desajuste se pone en evidencia en determinados sectores. En hostelería, el 83% de los trabajadores tienen carrera universitaria o F.P. superior.
¿Titulitis? No. Después de haber terminado la carrera, los jóvenes españoles acaban trabajando de lo que encuentran. Quizás, en un primer momento mantienen unas expectativas altas. Esperan desempeñar un trabajo relacionado con lo que han estudiado. A medida que pasa el tiempo y no encuentran trabajo, rebajan el nivel de exigencia. No es plato de buen gusto mantenerse desempleado después de haber pasado más de 20 años estudiando.
Según Montse Álvarez, del gabinete técnico de la Fundación CYD, el mercado laboral español es incapaz de generar suficientes puestos de trabajo como para absorber a todos los titulados superiores. Aquí habría que aprender de países vecinos como Francia, donde la oferta de trabajo para licenciados universitarios está 13 puntos por encima de España.
También existe un problema de adecuación al mercado laboral. Los sectores que más empleo cualificado ofrecen son los que menos estudiantes forman. Es el caso de las ingenierías (destinadas a la industria y a la construcción), que son escogidas por solo el 10% de los universitarios españoles.
Administración de empresas y derecho, otro sector con demanda en la economía, lo estudian el 18,4% de los estudiantes españoles, mientras que la media en la Unión Europea es del 24,7%.
A pesar de estos desajustes, no deja de sorprender como en un momento en el que las empresas no encuentran directivos, exista un alto porcentaje de universitarios parados o con empleos inferiores a su nivel de cualificación.
Descoordinación entre universidad y empresa.
Una de las razones que explican la situación actual es el desencuentro entre la formación universitaria y el mundo real. Partiendo de los datos de un estudio realizado por IESE Business School, un 52% de las empresas piensan que el sistema educativo no forma a los jóvenes de acuerdo con lo que van a encontrar en el mercado laboral.
Un 56% de las empresas aprecian carencias entre los titulados universitarios y el perfil laboral que buscan.
Como consecuencia de ello, las empresas se ven obligadas a formar a sus técnicos y directivos aunque, para ello, hayan contratado personal titulado. Seleccionan personal con titulación y se dan cuenta de que no están preparados para el trabajo que van a desempeñar.
Este es un viejo problema de la universidad. La falta de sintonía entre la formación universitaria y la economía real.
Las empresas exigen una formación más práctica. Más pegada al terreno. Esto obliga a las universidades a cambiar sus planes de estudio. A impartir una formación más técnica y flexible, tipo la que se aplica en países como Estados Unidos, frente a una educación academicista propia de la tradición europea.
Por otro lado, las empresas exigen una serie de habilidades que se adquieren con la experiencia y no tanto durante la formación universitaria. Aptitudes como la capacidad de trabajar en equipo, la toma de decisiones rápida, la resiliencia ante las dificultades, etc.
En resumen, todo esto es un problema de fondo que tendrán que abordar conjuntamente las empresas y las administraciones públicas.